En pleno centro de Saltzburgo, en la Alter Markt 9, 5020, se encuentra desde hace más de tres siglos este emblemático café.
En 1764 Anton Staiger, propietario del establecimiento desde años antes, consiguió comprar el edificio actual en la Alter Markt. Se llamó Café Staiger.
En esta época, sería bonito pensar que en algún momento el más ilustre ciudadano saltzburgués, Mozart, fuera a este café.
En 1852 Carl Tomaselli adquirió el prestigioso edificio y sus descendientes son la familia propietaria desde hace más de 150 años.
Desde sus inicios este café fue lugar de encuentro para la clase media burguesa de la ciudad.
En 1860, la emperatriz Isabel con la inauguración del ferrocarril, hace que la ciudad atraiga más visitantes que también acuden al café.
Eso hizo que Tomaselli decidiera abrir el quiosco o pabellón de café que empezó a dispensar helados.
En 1891 el hijo y sucesor de Tomaselli inauguró un elegante salón para damas en la primera planta. Fue un signo de modernidad, pues anteriormente las mujeres no acudían al café por considerarse inapropiado.
Quizás fue la influencia de su mujer Elisa, pilar de la vida social de la ciudad, la que contribuyó a la apertura del salón superior con el precioso mirador.
La llegada de la tercera generación con el negocio en manos de Otto Tomaselli, a principios del siglo XX, hizo renovar mucho el edificio, integrando calefacción central, lavandería, ventilación eléctrica... También hizo reemplazar el kiosko por uno nuevo.
Con la llegada del Festival de Saltzburgo (cuya creación se cree que se gestó en este café) en 1920, aumenta el número de visitas ilustres.
Durante la 2GM fue expropiado por las fuerzas de ocupación estadounidenses, llegando incluso a ubicar una estación de la Cruz Roja.
El café fue devuelto a Olga Tomaselli en 1950 y se lo cedió a sus hijos y sus dos familias y sus descendientes son las que lo gestionan.
El café tiene un encanto y una elegancia atemporal. Tienen periódicos austríacos, alemanes e internacionales para sus clientes habituales, que leen con una taza de café.
Lámparas de araña de cristal, espejos, techos de estuco y paredes de nogal son testigos de unos tiempos pasados de esplendor.
El "Stüberl" o salón con espacios más acogedores y una vitrina con sus delicias es una monada.
Tienen tarta Sacher, strudel de manzana y tarta de nata, galletas con forma de media luna con relleno de nueces... así hasta 20 tipos de pasteles.
Nosotras sólo nos tomamos su famosa Leche de Almendras de Mozart.
Se trata de una porción de crema de almendras que tienes que sumergir en la leche de almendras caliente, remover y que también está espolvoreada con almendras laminadas.
Absolutamente deliciosa la bebida y el lugar absolutamente decadente.
Tardaron muchísimo tiempo en atendernos, pero afuera llovía y realmente no teníamos prisa.
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