Somos un grupo de entusiastas del cocido madrileño, así que, todos los inviernos nos dedicamos a ir probando en diferentes restaurantes, tascas y tabernas madrileñas su plato por excelencia.
El restaurante (que ellos llaman tasca para indicar su carácter popular, pero ponen en "Gran" delante para resaltar un mayor empaque) se encuentra en la C/ Santa Engracia, 161, 28003 Madrid, muy cerca de la Glorieta de Cuatro Caminos.
Quede dicho que no he probado ningún cocido malo. Cada uno es diferente a otro. Incluso yo, como cocinera, no hago dos cocidos iguales.
El local tiene un ambiente taurino, muy del gusto de los turistas. Plagado de fotografías y con sus consabidos zócalos de azulejos.
Aquí tienen dos turnos de comida. Reservamos en el primero, a las 13 h, que para nosotros es un poco temprano.
Llegamos con demora al local, y ya nos instaban a pedir el cocido y a servirlo a pesar de que faltaba un comensal por venir.
Fuimos pidiendo el vino. Elegimos un Viña Mayor de Ribera del Duero y no nos pusieron copas. Al pedirlas, nos respondieron que con el vino de la casa no ponían copas. ¿En serio?
Un local, se supone con esa categoría y con un precio del cocido elevado (33,5 € p/p) no puede regatear unas copas porque dice que no tiene más y que son para vinos "mejores".
Nos pareció un detalle muy feo y así lo dijimos. Finalmente, debieron pensarlo mejor y nos las pusieron (¿miedo a las malas reseñas?)
Trajeron la sopa rápidamente. Lógicamente fue asunto nuestro el llegar un poco más tarde a nuestra reserva, pero creo que juegan con un buen margen hasta el segundo turno y deberían cuidar un poco más a la clientela.
Te ponen la sopera de porcelana en mesa para que tú te sirvas. El caldo estaba delicioso: concentrado, intenso pero no salado y sin excesiva grasa. Quizás los fideos un poco pasados de cocción por la espera.
Puedes repetir pues tienes de sobra. Acompañado de piparras.
Inmediatamente vino el segundo vuelco. Una enorme fuente de aluminio con los cubiertos "pinchados" para que te puedas servir a voluntad.
Particularmente, prefiero los tres vuelcos. Me gusta tomarme los garbanzos con la verdura con calma en el plato sopero.
Aquí tienes que andar excavando en la fuente para buscar los garbanzos del fondo y la exigua verdura que está sólo cocida.
Eran ejemplares de legumbres de Fuentesaúco, muy ricos y bien cocidos, pero eché en falta más verdura y que estuviera rehogada con un poco de ajo en lugar de simplemente cocida. Te ponen también unas tiras de pimiento rojo asado.
Seguimos con el segundo vuelco, pero ya la carne se te enfría. Es muy completo el surtido de carnes: morcillo, tocino con veta y sin ella, jamón, hueso de tuétano, costilla, relleno de bola y pollo (un poco seco me pareció), chorizo delicioso y ahumado -de lo mejor del cocido- y morcilla con arroz.
Todo estaba muy bueno. No me llenó en exceso y por la tarde no tienes la sensación de estar lleno, lo cual demuestra que está desgrasado.
El pan estaba rico, aunque no muy crujiente. A revisar ese aspecto.
Acabamos con los postres caseros. La leche frita estaba muy rica, delicada y recién frita. El flan de huevo casero estaba muy bien.
Nos invitaron a un chupito al terminar.
Todo estuvo correcto, pero me quedó una sensación agridulce. Me pareció muy apresurado todo, vas un poco con la lengua fuera todo el rato y tienes que comer rápido para que no se enfríe.
Una comida tan contundente como el cocido merece un tiempo más dilatado y tranquilo de degustación.
El comedor de la planta baja en el que nos sentaron estaba abarrotado y era muy ruidoso. También, apagaron las luces para traer una tarta de cumpleaños en la mesa de al lado y se empezó a cantar y silbar. Ahí si que parecía una tasca. ¿Y dejar la sala completamente a oscuras?
De nuevo, creo que no se puede vivir de la fama y dar unos precios abultados cuando el servicio a la clientela no está a la altura. Fueron 45 € por persona lo que pagamos, aproximadamente.
Tuve la misma sensación que cuando fuimos a tomar los huevos rotos a Lucio (pincha aquí)
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