El olor de un alimento sobre las brasas es algo que inmediatamente te hace cerrar los ojos, centrarte en el aroma y salivar. Luego dices `Cómo huele´y necesitas probar esa carne inmediatamente.
Aquí realmente no huele a parrilla. Es lo que tiene ser un restaurante de lujo, pero el sabor a humo si que lo posee.
El día de la madre decidí invitar a la familia a comer en Leña, en el Hotel Hyatt Regency, Paseo de la Castellana, 57, Chamartín, 28046 Madrid. Al llegar a la puerta me transporté de inmediato al antiguo Santceloni de Santi Santamaría que aquí tenía su sala.
El ambiente, nada más bajar las escaleras es intimista. En tonos negros como el carbón, madera y ocres con la cocina vista y la exposición en escaparate de las piezas de carne.
Nos sentaron en una mesa redonda en la sala principal con parte de sofá semicircular y butacones tapizados, al lado de la barra. También hay otros salones pequeños con mesas
Fuimos temprano, pero el restaurante estaba lleno pues hay brunch los sábados y domingos que enlazan con las comidas.
Quizás es eso lo que menos me gustó: hay una rotación tan enorme que hay gente por todos los lados y te recuerdan que abandones tu mesa pues hay otros clientes esperando. ¿En serio no puedo prolongar mi comida con una buena sobremesa?
Está distinguido con una mención en la Guía Michelín y eso es un reclamo infalible en Madrid.
Nos pusieron un aperitivo de salchichón con el pan (media hogaza para toda la comida)
y luego trajeron mantequilla de cabra con cenizas del puerro a la brasa (4 € por persona el pan + mantequilla, muy abultado el precio). Deliciosa.
De entrantes pedimos algunos clásicos. Empezamos con las Croquetas de pollo asado (12 €), siete unidades con mucho relleno y sabor:
También el Puerro Asado al Carbón con mortadela trufada de cerdo ibérico, salsa gribiche y avellanas (18 €) fue el entrante que probamos. Muy rico:
Las carnes en diferentes cortes era nuestra opción principal: a eso fuimos. Elegimos tres cortes diferentes.
Nos trajeron un repertorio de cuchillos para que eligiéramos el que más nos gustaba. Había hasta tipo navaja:
El lomo de Wagyu A5 de TxogiTxu en formato de 150 g (70€) es un absoluto manjar de carne infiltrada con sabor untuoso que se deshace como la mantequilla. Para probar, por lo menos, una vez en la vida.
El Ribeye de vaca vieja que es una chuleta de lomo alto de 500 g asada a la parrilla (54 €) con un sabor increíble:
Y el Chateaubriand de chuleta de Txogitxu (69 €) 500 g de carne tierna y con un sabor a brasas intenso.
El Escalope Wiener Schnitzel o Filete Empanado de ternera blanca frito (28€) pero en lugar de en aceite en mantequilla, era muy delicado pero quizás un poco insulso.
Las guarniciones no podían faltar. La cebolla cremosa gratinada con trufa con un toque de Gruyere (9 €) y el Puré de patatas Roubuchon (5 €) son indispensables:
No quisimos salsas para disfrutar del sabor desnudo de la carne.
Todo ello regado con el vino Antídoto 21 de Ribera del Duero (35 €). La carta de vinos es amplia pero con precios altos.
Dani García cuida mucho también los postres, así que, no podíamos irnos de allí sin probar sus míticos.
Uno de ellos es la Tarta di Rose de su madre, un brioche de mantequilla recién hecho que sirven con helado de mantequilla. Es para dos personas (aunque nosotros éramos cuatro y nos bastó), vale 20 € y lo encargamos al principio pues sólo hacen 50 al día:
El Flan que quiso ser Tocino (12 €) con yuzu, galleta de clavo y albahaca estaba delicioso:
Un poco agobiante era el lleno total del local, no por el ruido sino por el tránsito continuo de personas.
El servicio correcto, aunque me parece muy distante y serio. Tampoco quiero el otro extremo, pero la cortesía no está reñida con la profesionalidad.
Nos hubiera gustado prolongar un poco más la sobremesa, pero sólo dispones de hora y media para la comida. Ya lo comenté arriba.
Eso deberían mirarlo.
En cualquier caso, una experiencia magnífica para ocasiones especiales.
PD. Sus baños impactantes que no pueden faltar en mis entradas.
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