Es una gozada poder comer en un restaurante que goce de prestigio, no por aparecer en guías gastronómicas o guías de carreteras con estrellas o soles, sino por la transmisión boca-oreja que da la recomendación de un amigo o familiar.
Había oído hablar de este restaurante lisboeta, nacido en 1956 como pastelería pero que el Sr. Ramiro convirtió en marisquería y cervecería, desde varios sitios. El colofón final de una reserva bien hecha vino de la mano del taxista que nos condujo hasta el restaurante y que nos habló de él como el lugar al que su familia iba a celebrar acontecimientos.
El restaurante también tiene una zona de terraza en la calle muy agradable:
Nos sentamos en uno de los salones, en la planta de arriba, con una decoración sencilla pero agradable:
y empezaron a servir el pan con mantequilla tan delicioso mientras ojeábamos la carta.
Pedimos gambas al ajillo, vienen como una docena de buen tamaño y estaban deliciosas. Algunos probamos las ostras, que despachan por unidades:
También probamos los percebes, unos 300 g para cuatro personas, recién cocidos y calentitos, como debe ser:
Y las almejas a la marinera estaban para chuparse los dedos:
Como colofón y por recomendación del taxista pedimos los Langostinos Tigre a la plancha. ¡Buenísimos!
De postre pedimos el Prego o bocadillo de ternera a la plancha, pues allí se estila comer este bocata pues el marisco realmente no llena mucho... Es una idea GENIAL. Te sirven mostaza para acompañar:
Acompañamos la comida con vino blanco portugués y cervezas.
El precio: 40 € por persona, que para una mariscada no está nada, nada mal.
¡Muy recomendable la visita! Imperdible en Lisboa.
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