Por purita casualidad, el día que fuimos a visitar Llanes estaban todos los aparcamientos de la localidad llenos, así que acabamos aparcando en la playa de Toró.
Fue una suerte pues así pudimos reponer fuerzas en este restaurante con mirador imponente y nos quedamos extasiados ante la vista, el olor y el sonido del mar.
Por supuesto que iba a ser una potra increíble pillar mesa en el restaurante, pero no nos importó conformarnos con una mesa en la terraza y disfrutar así con todos los sentidos.
Sólo pedimos una ensaladilla rusa (15 €), un poco cara aunque deliciosa:
Y unos bocartes o boquerones fritos (14 €) que saben de maravilla al borde del mar.
Todo ello regado con una botella de sidra (4 €).
El servicio un poco lento pues estaban atendiendo a las mesas del interior y descuidaban las de fuera, pero en vacaciones no se tiene prisa. Un poco caro el precio.
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