El local es una monada. En tonos verdes y azules, con amplios ventanales, sillas tapizadas de terciopelo de colores, ambiente tropical con azulejos metro de colores y taburetes altos, la sala ayuda a sentirse genial.
Empezamos con vinos por copas y cervezas mientras leíamos su carta y nos poníamos al día.
Lo bueno de ir muchas personas es que puedes probar más cosas, así que, nos lanzamos. La carta de vinos está muy bien, tiene bastantes referencias.
Fueron marchando la ensaladilla rusa con carpaccio de gamba roja, deliciosa. Es la foto que abre la entrada. Las croquetas de jamón, muy cremosas y crujientes, caseras (y la foto muy movida):
El queso Brie rebozado con salsa de naranja (la salsa de naranja que era una mermelada reducida creo que es bastante prescindible):
Los mejillones Thai con salsa de curry y mucho cilantro (fuera de carta) y los torreznos Thai, que prometían nuevo sabor, pero fueron lo más flojo pues mojar un torrezno en salsa implica que se quite el crujiente, se reblandezca y sepa como a panceta. Una pena.
Los postres estaban ricos, mejor el brownie de chocolate con helado de mascarpone que la tarta de queso quemada, más normal y poco quemado con soplete.
Y nos invitaron a los postres a un espumoso con frambuesa liofilizada y hierbabuena. El café con hielo con el detalle de los hielos de café.
El ambiente estupendo, el servicio quizás un poco lento, pero es que el local estaba abarrotado en viernes. La relación calidad-precio muy bien, pues salimos a unos 23 € por persona. ¡Repetiremos seguro!
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