Stohrer O La Repostería Más Impresionante De París Desde 1730

En la también preciosa y animada Rue Montorgueil, en el número 51, 75002 París, cuajada de comercios antiguos cargados de cosas ricas y mucha nostalgia, se encuentra esta emblemática pastelería. 

Ya nos íbamos de París ese día, pero nos fuimos temprano, nada más abrir a las 8:00 y pudimos comprar un surtido de unas pocas piezas de bollería entre las más de 40 variedades que venden.

Tiene el gran honor de ser la pastelería más antigua de la ciudad al ser inaugurada en 1730 por el propio Nicolas Stohrer, pastelero del rey Estanislao I de Polonia. En 1725 el pastelero viajó a París con la comitiva nupcial de la hija del del rey María Leszczynska que iba a casarse con el rey Luis XV.

Tanto le gustó la corte francesa y tanto apreciaban sus delicados dulces (imagino que al alcance de muy pocos en aquella época) que  se convirtió en pastelero Real y abrió en 1730 su propio comercio.

La familia Dolfi, propietaria también de la cercana La Mère de Famille, pretenden preservar este patrimonio francés gastronómico.

Nada más traspasar el umbral te transportas a otra época. En 1984 fue declarada Monumento Histórico y su visita en París es imprescindible.

En 1864 fue decorada por Paul Bauldry, el mismo pintor autor de los frescos de la Ópera de París y con obras en el Museo D´Orsay.

No tiene sucursales, así que, debes trasladarte a propósito a su encantadora tienda con lámpara de araña, mostradores y vitrinas elegantes que parece que despacharan joyas en lugar de dulces.

Son varias las especialidades de la casa: el Pastel Babá au Rhum, basado en Ali-Babá de las Mil y una Noches que es un bizcocho empapado en un almíbar de ron, relleno de crema de Chantilly con bayas rojas. 

Los Puits d´amour son pequeños pasteles redondos decorados con azúcar lustre y rellenos con crema como flan de vainilla caramelizada o mermelada. Por lo visto el rey Luis XV se los daba a sus amantes.

La reina Isabel II de Inglaterra iba a Stohrer en sus viajes a París a comer estos dulces.

Los milhojas o los éclairs, entre ellos el de chocolate belga negro son también una delicia.

Nosotros no habíamos desayunado. Por eso pedimos el clásico croissant, el Kouign-amman o bollo bretón de mantequilla y caramelo salado que nos entusiasma, un éclair de chocolate y unos macarons para probar sus delicias.

El papel en el que te los despachan es ya muy bonito. 

Creo que incluso fueron los primeros en despachar los croissants que inventaron en Viena. 

Allí no tienen café, de manera que nos fuimos a un cercano supermercado en la Rue Reamur y con unos cafés nos sentamos a degustar con calma esas viennoseries tan exquisitas.

También tienen hojaldres salados y otras especialidades no dulces:

¡Iría todos los días, si pudiera, a probar sus dulces!

Mirad, hasta el suelo es bonitísimo:


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