Perdí la cuenta de los años que llevo queriendo ir a este templo de la cocina. Mis padres fueron hace muchísimos años y siempre hablaban de esas verduras sublimes que comieron en Echaurren.
Este puente de la Inmaculada fue la excusa perfecta para ir a ver a La Rioja a la familia que allí vive y, de paso, ir a realizar un pequeño tour gastronómico.
Enfrente de la iglesia, en el bello pueblo riojano de Ezcaray, se encuentra la casa con habitaciones y los dos restaurantes (uno de ellos, el Portal de Echaurren con dos estrellas Michelin) del chef Francis Paniego.
Marisa Sánchez, madre de Francis y artífice de esta casa de comidas excelsa, Premio Nacional de Gastronomía en 1987, fue la "Gran dama de la cocina riojana" y la cuarta generación de una saga iniciada por Pedro Echaurren en 1898 con la apertura de un comedor en el que cocinaba su mujer, Andrea García.
Creo que el mejor legado que nos pueden dejar nuestras madres es una cocina casera, de aprovechamiento y realizada con amor infinito. Yo así lo recibí de mi madre Concha y se lo paso a mis hijos.
Tras el aperitivo de una delicada mousse de espárragos con mayonesa de espinacas:
nos lanzamos a probar las archifamosas croquetas de jamón de Marisa:
Estaban muy buenas: la bechamel muy cremosa, el jamón muy picado y sutil y el empanado justo sin una gota de grasa en exceso. En la ración vienen seis croquetas que se comen en un suspiro (13€)
También quisimos probar preparaciones clásicas de madre. La Oreja de cerdo en adobo glaseada con habitas y salsa de zanahoria (22 €) estaba de delirio:
La Manita de cerdo deshuesada con puré de apio-nabo y hortalizas (27 €) fue otra de las elecciones:
Las Albóndigas de trufa de la abuela con parmentier (22 €) estaban tan ricas que voy a hacerlas esta Navidad:
Y terminamos con los Callos con Morros de Ternera riojana (25 €), con su salsa trabada y gelatinosa en la que mojar el delicioso pan que te sirven. Al ser para compartir nos sirvieron unos platos de alabastro calientes para que no se enfriaran las tripas:
Los postres fueron dos. El pastel caliente de chocolate con helado de vainilla (11 €) que se pide previo a la comida para que te lo hagan al instante nos gustó por no estar demasiado dulce. Era como el coulant de Michel Bras, sin sorpresas:
El postre con el que cerramos la estupenda comida fue la Torta de queso de Cameros con helado de miel. Era realmente maravillosa. Unas láminas de pasta filo con intenso sabor a mantequilla con la crema de queso y coronada con manzana reineta caramelizada.
Acompañamos la comida con un vino de Crianza Rioja Gómez Cruzado de 2019.
La sala estaba repleta, pero no había ruido. El servicio un pelín lento, pero la verdad es que no teníamos ninguna prisa.
Salimos a 54 € por persona, que no me parece nada caro para la categoría de la cocina y el lugar.
Una comida inolvidable en un lugar serrano precioso. Me encantaría alojarme allí en alguna ocasión. El hotel es una auténtica monada.
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