Aunque todo haya mudado en este mundo cambiante, nada ha variado en Lhardy desde 1839. En la Carrera de San Jerónimo, 8, 28014 Madrid, se ubica este restaurante histórico por el que han desfilado reinas, reyes, políticos, escritores, empresarios, artistas y curiosas como yo.
Emilio Huguenin, cocinero en París y con local propio en Burdeos, decide abrir casa en Madrid al morir Fernando VII, en plena época romántica.
Mi padre y mi madre nos llevaban de niños, de vez en cuando y cuando íbamos a la cercana Puerta del Sol a hacer alguna compra, a la tienda a pie de calle y que a mi me parecía el paraíso del glamour decadente.
Yo siempre pedía su consomé (sin Jerez para mi) y me encantaba servírmelo directamente de este dispensador de alpaca. Sigue tal cual yo lo recuerdo... Lo que ya no se permite es abrir su vitrina de sandwiches, hojaldres, empanadillas y otras delicias saladas. Ahora Sanidad impide que muchas manos desconocidas manipulen alimentos sin ton ni son.
Esta era mi experiencia con Lhardy, por eso tenía ganas de ir a probar su cocido y su soufflé, tan aclamados por el peso de la tradición.
En el salón isabelino degustamos su cocido madrileño, en un entorno decadente y romántico con manteles de hilo, vajilla de Limoges, cubertería de alpaca y cristalería de Bohemia.
El primer vuelco del cocido (37,5 euros por persona) nos trajo la deliciosa sopa con picadillo de jamón y pollo:
A continuación, y en un único segundo vuelco, aparecieron los garbanzos, la verdura, las carnes de pollo, ternera, hueso de tuétano, chorizo, salchicha, bola, morcilla y tocino.
Puedes repetir si lo deseas, pero te quedas satisfecho. Acompañamos con vino de la Ribera del Duero, un Pago de Capellanes.
La carta tiene otras especialidades europeas y españolas.
Lo que no queríamos perdernos era su Soufflé sorpresa, que te lo preparan en el momento y por eso te indican antes de empezar si vas a degustar su postre estrella (13 euros)
Finalizamos la agradable comida con el café y las mignardises:
Nos invitaron a conocer el resto de los salones, como el Blanco, un reservado para 2-8 personas en el que se han tomado importantes decisiones históricas de España.
El salón japonés, en el que se reunía Primo de Rivera, en el que se decidió el nombramiento de Alcalá Zamora como presidente de la República o donde dicen las malas lenguas que la casquivana reina Isabel II perdió su corsé...
En fin, un lugar fascinante para ir a comer y a conocer su magnífica historia.
¡¡Un restaurante de cinco tenedores!! |
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