Es un placer comer contemplando el mar, oliendo su brisa y oyendo las olas. Da igual la playa del mundo, la gozada se vive de la misma manera.
Encontramos este restaurante con encanto en 38 Bd François Mitterrand, 40130 Capbreton, Francia y no lo dudamos.
Tuvimos que esperar unos veinte minutos a que quedara una mesa libre en la terraza a pie de playa, pero no nos importó. Nos tomamos una cerveza en la hamburguesería de enfrente.
El interior del local es muy chulo. El suelo está cubierto con arena fina de playa, como si estuvieras en un chiringuito, y los juveniles tonos azules y blancos sugieren el ambiente marino.
En la terraza, un toldo con troquelados nos protegía del sol.
Pedimos una botella de vino blanco muy frío, Pellehaut (18,50 €) y nos lanzamos a la aventura.
Comenzamos por las ostras (15 € por 6 piezas), que te sirven con mantequilla aparte y por encima con una salsa vinagreta de chalotas llamada mignolette. Estaban delirantes:
Los mejilllones a la marinera (15,50 €) no podían faltar, aunque son chiquitajos los de esa costa. Nada que ver con los inmensos ejemplares gallegos.
Lo bueno es que se comen como pipas y te los sirven con patatas fritas, como en Bélgica.
Nos llamó la atención la combinación de Chipirones con chorizo (12 €) y la pedimos:
Y al buscar Eperlans (12 €) en el traductor y ponernos calamares, los pedimos. En realidad eran unos pescaditos fritos un poco insulsos, pero nos zampamos nuestro error.
Y rematamos con una pizza Margarita (11,5 €), que aquí nos sirvieron con aceitunas negras. De Margarita se quedó en "Rita", aunque nos supo muy rica.
De postre era imprescindible probar la crème brûlée (8 €), con su azúcar recién quemado y un intenso sabor a vainilla. Riquísima:
Con café con hielo terminamos nuestra comida.
Servicio amabilísimo y camareras pendientes de todo.
Unos precios muy ajustados para ser Francia, borde del mar y temporada alta (27 € pp).
Y una playa larga, salvaje, de arena fina y no muy masificada. Un descubrimiento el de Capbreton.
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