En una de las calles con más vidilla gastronómica de Madrid, para ir de cañas, tapas, copeo y postureo : #ponzaning o la C/ Ponzano, se encuentra este enclave singular.
Ya os hablé de este proyecto de Javier Bonet (si, si, el de Sala de Despiece, el mismo) en mi anterior entrada Muta o el espacio gastronómico mutante en la que os cuento mi experiencia en otros dos espacios anteriores.
El local parece un espacio clandestino, con luz tenue (a veces demasiado si es para cenar), mesas corridas con taburetes altos y un montón de cuadros en sus desnudas paredes de hormigón.
La carta es similar a la de Sala de Despiece, como si fuera un albarán o factura escrita a mano:
Pedimos todo platos servidos en bandeja para compartir, una presentación muy desenfadada pero que encaja a la perfección con los platos.
Empezamos con la berenjena asada 2 horas con pesto, abierta con tomatitos y acompañada de tres deliciosas salsas. Con un pan naam recién hecho. Estaba de escándalo!
Seguimos con la panceta Poquín-Pekín. Un platazo de carne melosa cocinada durante siete horas, servida con unos panecillos de harina de maíz, con cortezas y salsa de cilantro:
Absolutamente imprescindible: una combinación de sabores y texturas para flipar.
Queríamos probar algo de pescado, así que pedimos las Rabas Romescu, fritas, sumergidas en la salsa y acompañadas de encurtidos. Muy sabrosas:
Terminamos con la Magret-Torrija de pato, asada durante dos horas:
Todo ello acompañado de patatas asadas-fritas:
Nos trajeron los postres por si nos animábamos, pero estábamos satisfechos y no los probamos. tenían piña asada, torrija...
El ticket medio (éramos cuatro) con cinco copas de vino y un refresco salió a unos 77 euros. La calidad de la cocina, el ambiente y la novedad mutante merecen la pena.
Eso si, no se reserva, así que es mejor que vayas temprano porque siempre está lleno!!
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